Diálogo con el Universo

 

Cuando me asomé a las fotografías de Ricardo Asch, lo primero que se me vino a la mente fueron las palabras de Humberto Maturana, aquel fecundo innovador de la biología tradicional cuyas investigaciones contribuyeron a abrirle paso a un nuevo lenguaje para la comprensión de los complejos y altamente integradores sistemas de vida.  Creo que no fue casualidad o una mera asociación de ideas lo que me llevó a pensar en Maturana, luego en Borges y Cortázar y su «rondar las cosas por otro lado», en Fritjof Capra y Erwing Schrödinger, todo eso en tanto conversábamos Ricardo Asch y yo en un lindo restaurante al sur de la Ciudad de México.

 
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La cuestión pronto tomó cuerpo y nos abrasó durante horas esa tarde, pues para estos grandes hombre de ciencia, poesía y pensamiento el entendimiento, como se dice, había dejado de ser una representación del mundo «exterior», y había pasado a ser más bien la continua creación de un mundo a través del proceso mismo de la vida. Autopoiesis, la vida que se genera a sí misma y por sí. Tanto como decir que en el fondo mismo del devenir del universo todo, sea el intrascendente movimiento de una hoja o las manifestaciones y relaciones más próximas del vivir cotidiano de los hombres y su entorno en la Tierra, asoma imperceptiblemente la inteligencia que le es inherente a estos procesos. Inherente a la dinámica de la vida. Esa es la idea.

 
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El tema pues, asociado al trabajo artístico fotográfico de Ricardo Asch, no sólo me pareció fascinante, al mismo tiempo se me hizo delicado, dado que entre el amplio abanico de posibilidades explicativas o interpretativas que ofrece su obra una de ellas procedería de la vertiente esotérica. Sin embargo, una mirada atenta abriría también las perspectivas para ir aún más lejos, sobre todo si uno piensa que en la mirada del observador agudo que es un fotógrafo anida el ojo de quien advierte, o de menos deja planteada, una llamada de atención sobre el ver común y corriente. Deja una suerte de «crisis de percepción», en tanto parece decir, por ejemplo, que los principales problemas de nuestro tiempo, al revés de lo que parece, se encuentran urdidos por una compleja trama de conexiones ocultas. «Ocultas» para el ojo o la mirada digamos profana, no así para el ojo —la visión, diríamos ya— capaz de asomarse a la complejidad de la vida y el universo.

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Hay algo inquietante en las fotografías de Ricardo Asch. Un afán, diría yo, un empeño en busca de claves para dialogar con el universo, toda vez que no se trata nada más de la representación de ciertos fenómenos del mundo «exterior» —en su caso, las enigmáticas olas que entran en la playa para luego regresar al mar infinito—, sino se trataría de un acercamiento, imagino que con fines de decodificación, a lo que en su regreso al mar infinito aquellas aguas plasman una y otra vez, conforme una lógica circular quizá, esto es sin principio ni final; o sea desde cuándo, y vayamos a saber hasta cuándo… y con qué fin… De esto y más hablamos aquella tarde Ricardo y yo.

Luego me traje a casa estas ideas y motivaciones. ¿Por qué o para qué fotografiar las olas del mar y lasenigmáticas texturas que dejan talladas en la arena en su regreso al mar infinito? ¿Por qué o con qué fin a Ricardo Asch le interesan esas texturas, las urdimbres vivas o casi vivas y casi sin sentido ni propósito, tejidas, concatenadas, por y entre las aguas del mar y las arenas de una playa determinada?

 

¿El universo todo en un grano de arena? ¿El infinito en la palma de la mano?

¿Y qué decir de las impresionantes «creaciones» que genera la mezcla azarosa de aceites, gasolinas, basuras y asfalto en las calles de la ciudad?

¿Hasta qué punto lo que queda allí detenido, en la imagen y en el tiempo (y que en el acontecer real del universo no se detiene nunca), puede ser considerado un sistema vivo? ¿Un mensaje tal vez? ¿Un empeño, como decía, de entrar en la trama secreta de la vida?

Es lo que me llevó a pensar en Maturana, en Borges y en Cortázar... Puesto que vivimos en conflicto: hemos perdido la confianza en la nociones trascendentes que antes daban sentido a la vida humana bajo diversas formas de inspiración, entre otras las religiosas; y lo que nos ha quedado a cambio —un mundo abigarrado de tecnologías, de ruido y de furia, suscribiría Faulkner— no nos está dando el sentido espiritual que necesitamos para vivir.

Quien sabe si con esto tiene que ver finalmente el afán de Ricardo Asch desde una ética de resistencia ante lo que hemos perdido y seguimos perdiendo. Al fin y al cabo, siempre queremos saber, y no da lo mismo saber o no saber cómo somos los humanos en tanto seres vivos. Como tampoco da lo mismo saber o no saber que la reflexión (y de esto está hecho el arte, en especial la fotografía, de «reflexión») es lo que nos permite salir de cualquier trampa, Ser y trascender.

MANUEL S. GARRIDO

 

Manuel S. Garrido (Santiago, 1941) es un escritor y académico chileno radicado en México tras el golpe militar que derrocó al Presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. En México, Garrido ha desarrollado una diversidad de actividades profesionales, desde la consultoría social y política en despachos privados hasta la de editor de libros como los de la Colección Cuadernos Americanos, creada por el Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo, de revistas como Mundo, culturas y gente e Información científica y Tecnológica; articulista en medios como PluralEl DíaEl Sol de MéxicoMilenio y Excélsior; es poeta, ensayista y novelista.

 

Mayor información: manuelsgarrido.com